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martes, 14 de diciembre de 2010

Las canas no dan derecho de insultar

Esto es el colmo...he sido testigo silente de cómo ciertos señores entraditos en años le faltan el respeto de lo más campantes a dependientas de comercios.Como he vivido la vergüenza ajena de tales acciones me puse a hacer un experimento social, pero con el disclaimer de no ser socióloga pertenecer a rama del saber similar a esta. Sólo observé durante varios días el comportamiento de unas generaciones en particular, entraditos en años y hubo hallazgos que me hicieron pensar que el lio de la sociedad es más complejo de lo que parece.

Entre esos ahllazgos es que esas generaciones tienen más complejos que otras, son menos tolerantes que muchos jóvenes, aunque le des los buenos días o un saludo factible, no te lo contestan. Los señores pueden ver a una mujer embarazada y no cederle la silla. Eso sí, están desesperados por ser los primeros, van de shopping a todo dar y pelean si en bancos u otros comercios que faciliten fila de impedidos hay personas de menor edad que no tienen impedimentos aparentes.

En el caso más reciente de estos old age rages, un doñito disque incapacitado, le armó una griteria soberbia a una joven que cobraba en un fast food, alterando la paz de mi almuerzo.
Estuve casi lista para decirle que no me importaba lo sucedido con él y que menos la opinión que tenía sobre las cosas. Para terminarme de joder, se sentó en la mesa del lado y siguió con la cantaleta en contra del comercio. Ah, pero compró y patrocinó la práctica. Así que ni corta ni perezosa agarré mi bandeja y me moví a un lugar más placentero fuera de la gritería del doñito...que estaba acompañado por quien supongo que era su esposa, chilla, amante, novia o todas las anteriores.

Una vez concluí mi ingesta de alimentos, otra de las chicas empleadas del establecimiento se acercó para realizar sus faenas. La felicité y le pedí que en nombre de esta servidora, le diera las gracias a la cajera por haber sido tan cortés y tolerante ante la falta de respeto de ese senior citizen que entre otras cosas gritó que había que respetarlo porque era boricua. Al comentarle a la joven, me escuchó y se quedó soso como café puya. Salí del negocio y se me quedó mirando con ojos de enojo. Lo miré y me leyó los labios cuando le dije: "Só imprudente".