Vistas de página en total

martes, 6 de septiembre de 2016

My babies y Rasputín

Por: Amanda Díaz de Hoyo




Raspo y su comparsa. El tiene la biblia en mano.

                                
Esta primera incursión en Alaska -- porque lo único que había hecho era
ir A las Cavernas del Río Camuy-- ha estado pintoresca por demás. Las
ballenas de verdad, no las que van shopping en leggins o pantalones de
pajamas, son un espectáculo hermoso. El aire limpio, el espacio
abierto, el viento frío en la popa o en la proa soplaba mi pelo hasta
que apareció Rasputín. No sé su nombre, ni quiero, pero este engendro
convertido en cura capuchino, se le ocurre subir en sotana y
chancletas al deck para ver el paisaje. Los mortales que estábamos
abajo tuvimos que soportar ver hasta las verijas, como decía mi
abuela...Se le congeló hasta el culo y ahí empezó la odisea.
Rasputín tenía un severo parecido a padre Matienzo, el ogro de la
iglesia de Santa Rosa que luego fue acusado de pederastia y era un
soberano malcriado. No solo el recio semblante tenía en común con
Raspo pero eso de ser ultra grosero con todo el mundo parece que se lo
inculcan en los monasterio. Raspo se portaba prepotente hasta con su
familia.
El día de visita a Sitka, nos fuimos en catamarán a ver ballenas.
Hacía viento polar frío y el  susodicho andaba en sotana con su jacket de capucha que
parecía del KKK o costalero de procesión de Sevilla. Hasta las
ballenas le huían.
Cada vez que lo veía, rampante con su sotana, recordaba la descripción
del tio Beto, el que se fue con Manolín a cantar canciones de Daniel
Santos al otro lado del Hades, "los curas son una bola de cabrones".
Raspo no era la excepción y humillaba hasta el prepotente de Donald
Trump si lo dejaban. Vaya ejemplo de humildad. Toma nota papa
Panchito...que de esos hay muchos.
El día que comenzaron a llamar pasajeros queda'os por todos los alto
parlantes del navío, que conste que no éramos nosotros, allá en
Ketchikan, tuve la somera esperanza de que hubieran dejado a Raspo en
puerto. Pero como era tan grosero ni los de allí, que son gente multi
étnica bien chulita, lo quisieron ni a jodidas.
Eso sí, los quedaos fueron el espectáculo de la tarde. Joe, que
previamente nos había contado de un acontecimiento memorable en un
crucero anterior en el que sus padres se quedaron eslemba'os y
perdieron la hora de zarpar, solo repetía lo que gritaba su mamá...My
babies, my babies. Ah, pero los babies tenían más de 20 años. Él
sentenció a su hermana con un clavado desde el puente del barco si
decía conocer a esos dos pasajeros que perdieron el navío.
Todavía no canto victoria porque nos falta un puerto por visitar y si
tengo suerte Raspo se une al grupo de noveleros que va a ver jardines
y mariposas. Luego les cuento...

Meneando y Mangoneando © Derechos Reservados. Amanda Díaz de Hoyo. 2015. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario