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lunes, 16 de septiembre de 2013

Con todo y perlas

Poco a poco se van los tíos y tías, y así me tocará un día despedirme si tengo el break. Eso no lo sé. Para mí lo importante es cómo trascienden en otros, como mi tío Millo, que recuerdo siempre por sus alcahueterías conmigo cuando era nena, o mi tío Beto, de quien por cosas de la vida, no pude despedirme pero estoy en paz con su espíritu.

Ahora le tocó pasar por la alfombra roja a la dimensión de pura energía a tití Mari, quien se fue  de noche, sin aspavientos...y me la imagino señora y altiva, arreglándose hasta el último momento.

La admiré siempre, aunque era la tía de mi marido me adoptó como su sobrina.  Su pelo blanco --que me vine a enterar mucho tiempo después que lo llevaba platinado de joven, bien diva y dramática para su tiempo y para que sufran las Kardashian y todas esas wannabes-- era clave en su belleza natural, nada de bisturí para estiramientos ni vainas de esas.

Me la imagino en esa alfombra roja presentándose donde San Pedro, y qué pena que no está allá arriba la Joan Rivers rebildiá hasta el tuétano para que intente describir el outfit de tití Mari. De seguro, trascendiendo quedó moza como cuando tenía 25 años, llegó con ese espíritu, con sus carcajadas, cooooñññooos y carajos. Y al que no le guste, que se vaya a la mierda. Así hablaba, el buen español de la Madre Patria, con su voz fuerte y su genio de siempre. Su filosofía de lo mio es mio y lo tuyo es mio, la tenía más que clara.

En ese trayecto optaría por un modelo clásico, quizás de Carolina Herrera o de Oscar de la Renta. Sus accesorios para entrar por la Gran Puerta, supongo que serían unas perlas haciendo juego con su cabellera, blancas bien a lo Chanel.

Así, etérea, con una belleza sincera, y un amor por su gente, se fue a la eternidad, para esperarnos a todos, y en un futuro hacernos reír con sus historias y cuentos de España.

Hasta luego María Teresa, allá nos vemos.