Desde hace
días tengo en el entrecejo esa obra teatral graciosa de Jean Poiret La Cage aux Folles, con situaciones que luego de un tiempo
parecen cómicas y tragicómicas, y que fuera llevada al cine con éxito. No puedo dejar de reírme de la filosofía que
en torno situaciones familiares escuché: en toda familia hay más locos que
juran ser cuerdos, que cuerdos que buscan ayuda por creerse locos. En esa
conversación salió a relucir que sería bueno que tuvieran una jaula a lo chicken coop para meterlos a todos o
mejor dicho, a todas porque en el caso que nos atañe la falta de tornillos corre
más por el lado de las mujeres, con par de hombres incluidos.
¿Acaso
serán las hormonas femeninas las que tienen que ver con la locura de las
gallinas? Digo, porque al pasar el Gallo Claudio, ellas se alborotaban y Gaby, Fofó y Miliki le cantaban a todo pulmón: la gallina turuleca, ha
puesto un huevo a puesto dos y ha puesto tres.
Pensando en
la jaula, tengo una gallina cercana, la tía Priscila, que ha recogido en la
estancia de su propiedad a varias gallinitas locas de atar, de las verdaderas
turulecas. Comen de lo que pica el pollo, ponen huevos a todo gender y luego no saben cómo arreglar las cosas.
Siempre se quedan piando bajito cuando se dan cuenta de sus metidas de pata.
Algunas han resultado productivas dejando solo un pollo; otras como la
naturaleza es sabia, ni se reproducen.
De esas gallinitas turulecas, el chicken coop familiar, se ha ido
llenando con el tiempo. Juntas se creen que se comen hasta el más difícil de
los gusanos, pero solas, se les pone la piel de gallina. Emplumadas andan hasta
más no poder, creyéndose mejor que otras aves de corral, pero saben son como
las búlicas, no tienen más color que el blanco y el negro.
Hace poco
tuve un encuentro con una de las gallinas, que no llega ni a quiquiriquí.
Trató de picarme la mano la muy atrevida. Esta ciertamente no aprende, es una
gallinita bruta de nacimiento, que se empecina con comerse la mierda de otros
pollos y deja el buen maíz a un lado. Cuando las cosas no salen como
exactamente ella piensa que las controla se transforma en gallina sin cabeza. A
decir verdad, el chicken dance lo
hacía desde pollita pero nadie lo entendía. Dito sea Dioh…
En otro
momento, la gallina tía Priscila, intentó infructuosamente de hacer un coup d´ etat, en los asuntos de otras, y
no tuvo ni el break de la esperanza
ni la pesetita voladora. Después de que su gallo se fuera al caldero, ha tomado
mayores iniciativas metiendo el pico donde no le importa y tratando de que sus
fieles gallinas seguidoras se mantengan juntas. Gallinas unidas jamás serán
vencidas parece ser su slogan de campaña.
Ya veremos
cómo le siguen el cuento a la tía Priscilla, líder de la loquiganga de las
gallinas. Cada familia tiene una jaula y, si en ella, hay quienes cacarean más
de la cuenta o se escapan del chicken coop, quedan desterrados para siempre. Lo
mejor que les pudo pasar. Pícalo Gallo, como decía don Cholito.
Agradecemos
al espacio cibernético y a quienes tomaron las fotos por su aportación a la
ilustración de las gallinas aunque no sean búlicas. Estas tienen la misma cara
de las turulecas de la familia.
Meneando y Mangoneando
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