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sábado, 29 de junio de 2013

Terminantemente prohibido

El otro día comentaba con una de mis amigas las cosas que cuando vivíamos en la casa de nuestros padres no nos permitían hacer. En casa, por ejemplo, no podía salir a correr bicicleta en pantalones cortos. Imagínense lo que pasaba con cuanto pantalón largo me ponía para pedalear. Se quedaban mordidos por la cadena y en el peor de los casos, con las solemnes escocotás, se rompían en el área de la rodilla.  Y la playa, qué tu me dices, eso de ponernos bikinis era como blasfemar. Admito que me gustaban, y todavía me gustan, pero en bajo el techo de mis padres eso era terminantemente prohibido.

En tiempos en que  todos mis amigos de la escuela se sabían cuanta canción de Fania y Willie Colón existía, en casa estaba prohibido escuchar semejante cafrería. Es más, cuando una vecina estaba en proceso de divorcio, y ponía a tó fuete a la Lupe o a Daniel Santos, no estábamos autorizadas a escucharlos. En estos tiempos, cuando Calle 13 zumba sus canciones y el reguerete de reguetoneros y raperos se inventan la "lírica" más bajuna que pueda existir, la Lupe y Daniel son más clásicos que María Callas.

Eso sí, de lírica, la opera y la zarzuela. De música, olvídate de bailar --que me hubiera gustado aprender ballet y danza, pero tampoco estaba permitido por el uso de leotardos-- había que aprender a tocar el piano. Yo sabía que no sería concertista y Liberace era para mí un ratón que se colaba entre los martillos del piano de la casa destartalada que tenía una tía de mi padre.

De esos años, lo mejor era escuchar los clásicos como Mozart, Beethoven, Bach o Tchaikosky, de lo que no me quejo porque era muchas veces la música de los muñequitos: Tom y Jerry, o Bugs Bunny. Aprendí la importancia de Poeta y Campesino para construir edificios en las caricaturas, o la Quinta de Beethoven cada vez que Bugs se sentaba en el piano de cola. La otra opción era leer, tampoco me arrepiento de pasarme los días detrás de un libro. Le agradezco a mi madre que me guiara con esto. Con lo de la costura no, porque ni aprendí a hacer ni un traje de muñeca y menos tejer cosa alguna. Mi mente estaba más en la fantasia, y me jode que no hubiera entonces un Harry Potter, con esa retrahila de libros. De las películas ni les cuento, quizás Cantinflas, Viruta y Capulina y alguna de Hollywood...

Cada vez que pedía algo que se saliera de los parámetros estrictos al extremo, venían con la cantaleta de prohibición. Ir a fiestas, eso estaba prácticamente vedado. Cuando comenzamos la Universidad, entonces empezamos a salir, pero muy poco.

Ahora, con todo lo que he vivido y entendido, la disciplina en exceso no te hace mejor hijo, sino tratas de llenar las expectativas de los padres y pierdes la vida en el intento.
 A estas alturas del viaje de la vida, me doy cuenta que el Catholic guilt no va conmigo, y que a la hora de la verdad, prefiero la libertad de la que disfruto  habiendo puesto distancia y categoría a quien quiera controlar mi felicidad. Queda terminantemente prohibido atender a quienes atentan con mi alegría de vivir, en shorts, chancletas, bikinis, y como me place, porque como decía la Lupe, Ay, ay, ay, yo soy la mala.


martes, 18 de junio de 2013

Un dia cualquiera



Para quienes piensan que todos los días son lo mismo y lo mismo, les tengo un consejo: salgan del soberano aburimiento en que el habitan. Jura´o que lo que llevan no es vida sino un calvario.
¿Por qué me atribuyo este atrevimiento de meterme en lo que se supone que no me importe? Fácil, es que cada día escucho magnificas barrabazadas que me dejan lela. Si no me río, ya me hubiera lanzado de un puente. Resulta, que como una gran cantidad de personas responsables que estamos hasta el gaznate por todos los abusos, aumentos y veinte cosas más que vemos a diario en los medios, pertenezco a la fuerza laboral de este paísito encantado. En más de una ocasión, me lanzo a la calle y digo, hoy sera un día fabuloso, y cuando escucho los noticiarios me cuestiono cuán duro está por causa de los ineptos, bandidos e inescrupulosos que han perdido toda clase de valores, de esos que me enseñaron en casa  y que me precio de haberle enseñado a mis hijos. Lo peor es que no solo están en las garritas del crimen sino  en las esferas comerciales, sociales, políticas y profesionales. Éramos muchos y parió la abuela.

Con frecuencia pienso que ni fabuloso, ni lestoil, ni Clorox arreglan este lío en el que vivimos en la Insula. Ya cuando estoy casi en el desespero con  tanta información nefasta, y muchos arbritrios injustificados,  con aumentos en cada esquina, siento que me va a dar un soponcio, respiro como los maestros budistas, y me digo en el mantra cotidiano "no control nada, pero me enfrento a todo. A sonreir que esto se pone mejor o por lo menos más pintoresco".

Cuando durante el día de hoy, que comenzó con un flash back de mis años en la escuelita elemental de Santa Rosa, antes de que mis padres me zumbaran de chola en la Academia, luego los líos de trabajo, el parto de la perra de mi hija, jugar con mis nietos, y hacer de tripas corazones,  me espetaron la noticia que el Departamento de Hacienda anda enviando unos cheques gulembos, sin fondos y con complejo de canguro. No me explico a quien se los ha enviado en la susodicha forma de reintegro, porque a mis conocidos no ha sido. Si brincan cuica los cheques no sé, tampoco creo que sea noticia, la verdadera noticia es que por más conferencias de prensa que haga ese departamento, y diga que están más boyantes que el premio de la loto después de un año sin que nadie se pegue, los condena´os cheques no aparecen.

Respiro profundo y digo Zennnnn. Un día cualquiera, así comienza y si no me río de tanta ridiculez, me disfrazo con la faja quita grasas, las pantaletas de biocerámica pa´rebajar, las pantimedias que estilizan, la moringa en pastillas y con el té de piña del chino ese Dr. Ming, y pa´colmo invado un terrenito público, monto una iglesia, y no pago taxes, todo en un día cualquiera.




martes, 4 de junio de 2013

El Muerto Sancocha' o

 Admito que en el sofocón del día de hoy, eso de que me espeten la noticia de que es más eco amigable sancochar a los muertos en vez de cremarlos, perdón hervirlos como pollo en fricasé hasta dejarlos en huesitos, me tiene intrigada.

No solo tengo que pasar los malditos hot flashes, que jura´o que los tengo desde que nací en el trópico, sino que ahora se le ocurre a cuanto medio hay en este país, decir que ni muerta me libero de sofocarme, y peor aún, en algo parecido a un slow cooker pero  de seres humanos de pata estirá.

Como si mi revolú hormonal no fuera lo suficiente, y cada vez que anuncian un aumento en la factura de la energía --que  dicho sea de paso, es todos los días, por lo que propongo a que llamemos a Homeland Security porque esto es terrorismo-- casi me desmayo por saber que la calentura será casi eterna, tal cual viviera en el infierno borincano, ahora vienen con el cuento este de empastelarme después de que me lleve Pateco.

No quiero ensuciar con mi indigno cuerpo el planeta, tampoco que sufran las nuevas generaciones, pero me preocupa que con mis restos quieran hacer jabón como dicen que hicieron los Nazis con los judíos en la WWII. Y lo peor es que a mis descendientes no le toque ni un chavo de ese jabón.

Ah, y eso de que la posibilidad posible de que el agua vaya a un acuífero con moléculas de muerto incluidas, y  salgan fantasmas por las plumas de agua, me aterra.

No ombe, que el Zombie time con tó y apocalípsis llegó con esto. Segurito que tendré pesadillas esta noche a ritmo del Sancocho Prieto con coreografía del Muerto Para´o.