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viernes, 2 de septiembre de 2016

Entre el Despiste y la Pista


Por. Amanda Díaz de Hoyo


Esto de ser un poco despistado no es fácil. Admito que soy fatal para
los nombres y pido disculpas si por despistá no he saludado a alguien.

Pero este despiste que me hizo perder la noción del tiempo, del

espacio y hasta un vuelo de conexión, me costó hospedarme con Antonio
en un pseudo hotel, categoría de ratonera de contacto, que nos refugió
por una noche.

Por lo menos, el susodicho lugar estaba comandado por una familia

hindú, servicial y aunque vetusto, estaba limpio. Con el mantra de que

una noche se pasa como quiera, eso de no tener las maletas obliga a
que uno busque aunque sea la farmacia más cercana, para la pasta y los
cepillos, el desodorante y par de chucherías más. El resto lo teníamos
resuelto.




El hotel me hizo recordar esta foto que tomé en San 
Juan.

Era tarde, y solo quedaba abierto un restaurante de una cadena...el
Crackel Barrel y la estación de gasolina. Estábamos a pie. Venimos de

un país en el que las farmacias Walgreens y CVS están choretas como
los mosquitos. Y no había un Walmart ni un supermercado 24 horas a
vuelta redonda. Desconcertante in the land of the free.

Pensé que una camiseta limpia y un baño caliente al menos aliviaría la
pasmá de haber perdido el vuelo. Y lo mejor de, hotel de carretera o
motel de ratonera era su diligente shuttle. Nada como la motorita del
Last Marigold.


Una camiseta aunque fuera de Dolly Parton, pero nada de camuflaje a lo
Duck Dinasty...ya había perdido hasta el caché.

Conseguí la camiseta, Antonio hizo lo propio y a reírnos se ha
dicho...te acuerdas del hotel de Salta, jajaja, cuando dormimos sobre
las toallas por terror a las chinches. Pero al frente había un cyber
bar y más abajo un restaurante con carne asada, te de coca y cervezas
frías. Una noche se pasa como quiera...


Demás está decir que apenas pegué los ojos. Me recordaba de la vez del
tren de provincia,dernière classe que tuve que tomar con mi hija para
llegar a Beaune, en la Borgoña, para llegar en pon al hotel que ya
estaba apagado por lo entrada la noche. El francés de la Uipi salió al

rescate y yo con ínfulas de Capetillo....no se mis acercó ni uno de

los locos vagabundos y menos, un ladrón de poca monta.
Cuando uno viaja,todo se ve como aventura, desde ver Wicked en Londres
con pop corn como en el cine, pasar un temblor de tierra en Chile, o
ver un crimen desde el cuarto de un hotel en San Francisco.
Perder una conexión tiene remedio...pero los cuentos de lo que uno
pasa, son realmente priceless. Por si acaso, la camiseta es negra y
cero Dolly Parton.

Meneando y Mangoneando © Derechos Reservados. Amanda Díaz de Hoyo. 2015.





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