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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Distancia y categoría


Me parece estar viendo a la hija de Quino, Mafalda, de espaldas, con su morusa oscura, y las manos cruzadas, así como caminan los viejos filósofos por una facultad, analizando la distancia que hay que tomar para que uno no caiga en la trampa de la infelicidad. En una comiquita de esas que envían por las redes sociales, aparece así, y se me quedó grabada en la memoria interna de mi cerebro. Muchas veces he sido como Mafalda, con la guardia monga de una filosofía de vida que es más lógica que poner en acción el sentido común.

¿Distancia y categoría? Sí, y mi amiga Jacinta Marín, la politóloga del snorquel y chapaletas, diría que es "distingancia", supongo que con la distancia que ella mienta, le engancha, a lo sucu sumucu, la elegancia.

La distancia es buena para sanar, para recapacitar y hacer el maravilloso ejercicio de la introspección. En ese ejercicio que viene, por lo general cuando nos topamos con un asunto traumático --algo así como darse de frente con la realidad de que todo lo que vivíamos era un mundo de ficción acomodaticia a las circunstancias de un entorno familiar-- y luego de que nos surgen preguntas y el magnífico por qué, sin  buscar más allá y por medios insospechados comienzan a fluir las informaciones que nos hacen ver, outside the box, en el macro, fuera de los apasionamientos, las cosas como son. No como pretendían que fueran ante nuestros ojos.

La canción también lo señala: "dicen que la distancia es el olvido..." ¿Olvidas con la distancia o en realidad aprendes a dar prioridad a lo que lo merece? No olvidas, si sabes hacer bien tu ejercicio de introspección --con tus debilidades y virtudes--, recapacitas y te aseguras que en esa distancia que por alguna razón pusiste entre tu ser y otros, encontraste la sabiduría por cuenta propia.

Parece difícil, parece complejo. Lo es y no miento. Lo ha sido para mí en todos estos últimos años. Pero ha valido la pena, la distancia, el sacar de la vida a quien no merece estar. Y en ese recogido del clóset de los recuerdos y vivencias, dejar enganchadas las piezas importantes que componen el guardarropa de mi vida. Lo que no me sirve, lo dono  o lo regalo. Sólo necesito lo imprescindible y justo.

La distancia me ha permitido ver tal si fuera una bola de cristal de las gitanas que predicen tu futuro, otras cosas, adentrarme en el comportamiento humano errático para ver que las condiciones mentales de ciertas personas, en su momento cercanas, que por no haberse atendido a tiempo, desde la juventud, causan una psicosis extraña, en la que no faltan las teorías de conspiración, la paranoia, salpicadas con una batida de complejos.

Entonces vuelvo a la hija de Quino, la gran Mafalda, que en síntesis aporta con su genialidad caracterizada en una niña sabia, para retomar el mensaje: tomar distancia, mejora la salud. Claro, de quienes pusimos pie en polvorosa. De eso no me arrepiento, y prefiero andar por la libre.

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