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viernes, 2 de marzo de 2012

Peludo lío que heredé

A la verdad que lo que heredé fue literalmente un peludo lío, una madeja de enredos que ni se entiende ni se deja entender. Cuando mi hija me dejó a su perro Zeus, un condenado pero gracioso chihuahua más sato que el carajo, con un talante de mil demonios pero paradójicamente dulce, jamás me imaginé que tendría que lidiar con un perrito mal habla´o en su idioma canino, gruñón y pa´colmo enemigo del baño.

Cada vez que decido darle un buen baño tenemos una guerra, hay que correrlo por toda la casa y cuando al fin, bajo treta y engaño le quitamos, sí porque uno solo no puede, el collar, saca todos sus dientes a ver si intimida a uno y le perdonamos el enjabonamiento.

Hoy me tocó a mi solita el dichoso ritual del bohemio chihuahua. De seguro que ni el propio César Millán, que se jacta de ser encantador de perros, puede con este loco de la vida. Tuve que hablarle de cariñito, sobarlo como si fuera pan de  manteca, decirle que era lo más lindo de su raza, aunque fuera embuste, calentarle el agua para que se creyera que estaba en un spa, y con tó y eso, el condenaíto perro, me dio trabajo para bañar. A la verdad que el boxer que teníamos antes era más manejable que este perro malhumorado.

Luego del estregamiento, limpieza de orejas y todo lo que conlleva el grooming casero de la pulga canina esta, me dí cuenta que con su alegría me agradecía el bañito, que al fin internalizó que le hacía falta, porque no podía pasar por la vida como un realengo más. Así que con toda su parsimonia, luego del secado, decidió que un nap en el sofá era el must de la tarde.

Sea la estampa, y eso que el perro no era para mí...y ahora me lo endosaron con tó y rabietas. Pa´colmo suelta pelo como hippy, y es un busca bullas incondicional. Ay, Zeus, me das trabajo pero te quiero.  No sé que sería del mundo sin el cariño de los perros, aunque los míos me muerdan de vez en cuando.

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