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lunes, 16 de julio de 2012

El hijo de...

Desde que abrí los ojos esta mañana, recordé el estribillo de una canción infantil:  el hijo del conde me mandó un papel, qué si yo quería casarme con él... En este paisito que con cariño llamo mi Ínsula de las Ínfulas, con todo y apellido, eso de casarse con gente que lleva ciertos apellidos es como un abolengo que me acuerda la aristocracia europea.

Vinieron a mi memoria, los datos confusos que hay sobre un crimen reciente, el de una señora de familia pudiente que asesinaron, la señora de los zapatos violeta que decían que había matado su profesor de tenis por allá en Ponce, la misma que dejó a las cívicas de la Perla del Sur, sin la bandeja de piscolabis.

En el primer caso, hay demasiadas casualidades: qué casualidad que las cámaras de seguridad de la residencia no estaban en función, qué casualidad que las hijas no estaban, qué casualidad que el marido --de quien se iba a divorciar-- amaneciera visitando a sus padres, qué casualidad que no hubo robo, que el marido cuando llega no socorre a su esposa, y que con una colección de armas, no pudo disparar. Ah, eso sí, el cuento de que un hombre moreno, por no decir negro, brincó más que un canguro y escapó está fuera de toda lógica.

A esa hora hay joggers por el vecindario, en una urbanización de blanquitos, un negrito se destaca, y eso que no hay racismo, y las miradas se posan en el supuesto aparecido de entre la nada. Nadie vió pero sí escucharon los disparos.

Ahora entraremos en un melodrama, parecido al del niño Lorenzo, y en todos los medios espulgarán la vida y milagro de una pareja que, sin ser figura pública, ha pasado al estrellato nefasto de la criminalidad.

En el segundo caso, que cayó en el olvido colectivo de esta Insulita, había dos sospechosos, el marido que era comerciante y la chilla del marido, que trabajaba en un banco. Se rumoreó por algún tiempo que el marido había solicitado el divorcio y la mujer de los zapatos violeta, no aceptó los términos. Así que trataron disfrazar el asunto con que ella tenía alguna relación con el profe de tenis. Si hubiera sido así, a raquetazos se hubiera defendido.

El tema de violencia está tan fuerte en esta Isla, que se pierde de perspectiva que muchas veces los criminales reciben un trato de preferencia. Para quien lo dude, el caso del niño Lorenzo, es más que suficiente.

La violencia doméstica arropa a todas las clases sociales por igual, tanto en el caserío como en el condominio, en la urbanización cerrada o abierta. Y los remedios no son lo suficiente. Por todas las Maribel Castrodad, las Carmen, las Marías, las Martas, por todas las que han perdido la vida a manos de sus compañeros, maridos, exmaridos, y hasta padres y hermanos, hay que recordarlas, y ver qué rayos estamos haciendo para prevenir esto. Si no puedes lidiar con tu frustración, vete a correr al parque, baja las revoluciones y busca paz en ti mismo. Lo demás es un instinto animal que te corroe.

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