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viernes, 1 de julio de 2011

El sistema de salud en Puerto Rico, tranquilo, Bobby, tranquilo

Mientras muchos van  aterrados a una sala de urgencias, emergencias o como quieran llamarla, de un hospital en Puerto Rico, yo voy clara porque sé que me encontraré una escena surrealista y folclórica. Esta vez me tocó ir a mi, sujeto de una condición que no comento para salvaguardar las interiores de la ley federal Hippa. Entonces, me encuentro de momento en una sala atestada de pacientes, y la joven enfermera me dió a escoger, una camilla enjorcicá entre una columna y una tela que servía de cortina para la privacidad de otro paciente o moverme al pasillo, frente al baño. ¿Columna o baño? Columna escogí. Si la enfermera de Juan Luis Guerra le decía en voz baja "Tranquilo, Bobby, tranquilo", las de acá  cada vez que alguien las llamaba, casi demandando la atención inmediata, gritaban," Ya voy, que esto está lleno" y murmuraban por lo bajo, "qué mucho jode este paciente".  Hasta ahí la cosa iba tolerable, hasta que un supuesto ex usuario de drogas empezó a hablar de Cristo, a tó gender. O sea, dejaste la droga y ahora usas a Cristo para satisfacer la falta de estima que tienes. Pues sí. Omnipotente se creía que comenzó a tratar de descifrar las causas de los que estaban allí. Miré al techo, desde mi camilla y me dije" Nos salvamos con un House sin entrenar". Coincidía con el personaje de House, no por lo sabio, sino por lo imprudente y bocón.
Entonces la ley Hippa se hizo sal y agua, el extecato ahora pastor residente en un hogar para rehabilitados de drogas sabía que la del lado se había tratado de suicidar con medio pote de pastillas, que uno que llegó estaba más empepaó que él cuando se inyectaba, que el otro vecino de emergencia nació en Brooklyn y él también. Para colmo, criticaba el acento de los médicos locales al hablar el inglés. A punto de estallar, buscarle un overdose de vicodin  con ambien o de meterle una bola de naftalina por la boca estaba yo, que no me podía salir de mi lugar, pues en plena sala de emergencias me vistieron ¿desvistieron? para colocarme la bata de papel y llevarme a cirugía de inmediato.
En estos trámites estaba, cuando llegó otro excombatiente del mundo de las drogas que para mí estaba velando güira para el gabinete de los narcóticos. Allí en esa sala de emergencias médicas, que parecía un salón de psiquiatría estaba yo, tratando de alejarme de la locura de ver gente, que no tiene nada y acude a buscar servicios --como si fuera un country club-- y a exigir como si fueran reyes. Lo más que me sorprendió fue la cantidad de ancianos solos que llegaban en ambulancia. En ellos reflexioné, ¿Están solos porque son la pata er diablo y nadie brega? O porque los abandonaron. Sea como sea están allí, combatiendo más que el dolor físico, el de la soledad...igual que el extecato, cuyo ego se inflaba cuando en nombre de Cristo imploraba que lo aceptaran sin plan médico alguno...Metadona, si usuario de metadona. Y en las salas de emergencias del país cantaría el Gran Combo " No hay cama pá tanta gente".

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