Vistas de página en total

domingo, 28 de octubre de 2012

Mi otro tío


Todas las familias tienen sus personajes, unos graciosos otros serios, otros enigmáticos y otros, problemáticos. He tenido la suerte de ver la gama en mi familia, la más inmediata y me gozo cada momento, triste y alegre, porque cada quien es genuino, se rie como quiere, vive como es y lo demás, que transcurra como debe ser.


Uno de mis tios, me enviaba correos electrónicos con frecuencia. Muy cibernético, se interesaba en lo que pasaba conmigo y los míos.

Todavía trato afanosamente de encontrar uno de sus correos electrónicos en mi lista de recibos. No, ya no aparecen, con sus palabras de ánimo y elocuencia, y con ese respeto por lo que uno piensa y lo que él pensaba.

La vida me quitó un tío, o mejor dicho, unos cuantos, pero me colmó con otro, que en tiempos difíciles, tuvo la valentía de estar ahí, de escuchar y de dar consejos, no imposiciones.

Recuerdo que hace un tiempo, cuando estaba él en el hospital, salí a toda prisa de la oficina para ir a verlo. Sabía que el momento era precioso, y que estaría allí, como lo estuve con mi madre, para escuchar, y aprender de los sabios, no de los imprudentes que creen que son más papistas que el papa.

Allí, lejos de ser una habitación de hospital, donde el entra y sale de enfermeras y médicos es, por lo general, la orden del día, había paz, equilibrio y el tío, comandaba desde su cama, todos los detalles para su transición. Mi querida tía no se despegaba ni un rato de su lado, sus hijos presentes en el momento mágico de la partida, así como el resto de la familia, sabían lo que era paz.

Hoy recuerdo cómo siempre tenía una palabra amable, cómo el respeto impecable en su proceder se dejaba notar, cómo se reía ante las ocurrencias y cómo le gustaba jugar billar. Mi tío era compinche de mi marido en esas tardes cuando intenté muchas veces con un taco darle a la bola pero ni ná ni ná. Eso no es para mí.

Un tío se fue y llegó otro, los dos distintos pero los recuerdo con amor. Un tío que me acepto con mis virtudes y debilidades, y que en su libreta de apuntes, de cosas por hacer, se le quedó visitar Portugal. Nunca olvidó sus verdaderos valores cristianos --practicaba y vivía su fe hasta el tuétano-- no hubo desvaríos en su proceder y siempre, aunque no se lo pidiera, había un gesto de bendición en la despedida.

Mi tío se fue en paz, en esa que sólo conocen los benditos. Espérame que quiero irme tranquilita como tú el día que el turno me llegue...eso sí, nada de ir tarareando a Daniel Santos ni con complejos de la Lupe. Gracias por haber estado ahí y por haber reído a tó fuete...

No hay comentarios:

Publicar un comentario