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viernes, 10 de enero de 2014

El terrorismo nuestro de cada día: crónica de una visita al CESCO

Definitivamente hay que padecer de cierto grado de candidez para creer que en la Insula borincana, cuando se solicita un servicio básico del gobierno, uno será tratado con dignidad, prontitud y responsabilidad. No importa el nivel educativo, adquisitivo y todo lo que termine en ivo que tengas, la contestación es igual...si vas al Centro de Servicios al Conductor. mejor conocido como CESCO, te van a tratar igual que a una ñoña de caballo viejo.

Esto pasa todos los malditos días de esas oficinas. Malditos, porque con toda la mala vibra de la gente que entiende que los que sirven allí no sirven para nada,se han proscrito por los próximos 30 siglos mal tasa´os.

Si vas a renovar tu licencia, aunque lleves los documentos según estipula la página cibernética de este CESCO, habrá oficiales de esta agencia que te harán pensar si en realidad te encuentras en pleno siglo 21, o si te has ido al pasado. Prepárate emocionalmente que la cosa no es fácil.

Empezamos por el estacionamiento, es inservible. Muy pequeño para la cantidad de vehículos. Es mejor ir en bicicleta, a pie o en pon porque el CESCO de Bayamón siempre está abarrota´o, y pa ´colmo fango y boquetes es lo que hay por asfalto.

Si logras entrar por la puerta, después de que el guardia --si tienes suerte de encontrarlo-- te orienta como si formara parte del colectivo "profesional" de esa entidad, y haces filas kilométricas y retorcidas, de pie porque no hay sillas, entonces te has pegado en la lotería.

La suerte de estar secuestrado en una edificación, de estar secuestrado por un sistema que no arranca con la cibernética y la humanidad, de estar en la edad de piedra con Pedro Picapiedras, Pablo Mármol y todos los búfalos mojados haciendo fila en la de los de más de 60 años, te acompaña.

Y si preguntas, tienes que joderte porque te dan versiones diferentes de las contestaciones. El CESCO es un CAOS, tanto como las carreteras de Puerto Rico, donde hay más carros que asfalto. El CESCO es algo por lo que todos pagamos y nada vemos, deteriorado, con baños y facilidades de país tercermundista. donde las filas y la algarabía parece más de viernes negro que de gestión legal y oficial...y allí estuve yo.

Cada vez que la oficial gritaba un nombre, sin tener micrófono, en aquella algarabía, me ponía los pelos de punta. Hice malabares, respiraciones contadas como en yoga, incluso fui en ropa cómoda, cosa de hacer de la mala espera algo llevadero...pero ná, esa gente que trabaja allí no cree ni en la educación, ni en la buena voluntad, ni en rendir una sonrisa al cliente...El mantra de todo el mundo era "sea la madre de esa cabrona".

Y en la fila, en esa desesperante línea te haces pana del de alante, del de atrás, y tratas de ingeniártelas con el guardia, a ver si alguien se apiada de tí. Entonces, cuando más animada está la fila, los chistes de la pelúa que atiende de mal talante a todos se ponen buenos, y alguien le dice "mira, chuuuula te hace falta un marido pa´que se te quite la morriña" entonces  piden silencio entre el corillo, porque la pelúa se incomoda y se lo dice al guardia palito.

Allí, respiro en silencio y pienso, esos trabajadores del CESCO, necesitan un six pack de Medalla, yo dos copas de champagne. Cinco horas más tarde, salí como alma que lleva el diablo con mi licencia renovada, es la vez que más tiempo me toma esta diligencia y me repetí a to´pulmón: VIVIR EN PUERTO RICO ES UN GUSTO ADQUIRIDO. Hay que joderse.

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