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martes, 7 de enero de 2014

Hay que guardar apariencias

No sé en qué versículo de la cantaleta social que se estudiaba en muchas casas portorricensis estaba el que decía: "Hay que guardar apariencias".

Desde chiquita, allá en Royal Gardens, que no tenía ni de Royal un ápice, y de garden, quizás las rosas que mi padre sembraba al frente de la casa de urbanización, siempre escuché a mi madre decir eso de guardar apariencias. ¿Pero  dónde uno se mete pa´esconderse de los demás? Digo, eso era  lo que mi lógica infantil me dictaba bajito pa´que mami no se enterara de que no entendía ni papa de lo que ella hablaba.

Ya cuando de teenager, todavía la longaniza esa de las apariencias estaba. Esto se complicaba porque seguía la machaca de guardar las apariencias pero se unió malévolamente con la frase hecha: las apariencias engañan. ¿En qué quedamos, o las guardo o son un chorro de embusteras?

Tuvieron que pasar años, y por mi cuenta, vivencias que atesoro para por fin entender un acertijo de palabras que nadie te podía explicar porque en realidad era el temor de que la gente fuera genuina. Entonces, el peso social se hizo fuerte en las apariencias esas que había que guardar. Jamás digas que en tu familia hay alguien con problemas mentales, con esquizofrenia o bipolaridad. Esas apariencias hay que guardarlas hasta que todo el mundo se de cuenta de que quien recibió ayuda de un psiquiatra estaba más cuerdo de los que no. Y mira que son muchos los que andan empepa´os con cuanta pastillita xanax consiguen sin darse cuenta que están hundiéndose en el lodo de la depresión.
 Pero hay que guardar apariencias y encima te engañan.

No lo niego, soy tan fea como tan franca. Me importa un bledo lo que piensen de mi, estoy clara con mi conciencia y más aún digo lo que  me corresponde decir. Mi apariencia no engaña. No tapo el cielo con la mano, como muchos que ante los problemas mayores prefieren callar hasta que explotan ellos junto sus líos como cóctel molotov en huelga callejera.

Las apariencias, esas que había que guardar en las familias son universales: los hijos realengos del tío mujeriego, las chillerías, la violencia familiar, la locura y otras enfermedades que no podían mencionarse como la tuberculosis que se llevó a mi abuela paterna mientras mi abuelo, que se casó con ella en un segundo matrimonio, definitivamente lo hizo por interés. La pobre se fue con los Panchos pero le echó bien duro la maldición. Muchos años después el murió como Diplo, después del sexo clandestino, el ataque cardiaco...hay que guardar apariencias, que en toda familia hay revoluces... Ah, y las apariencias engañan.

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